lunes, 28 de octubre de 2019

Las tres luchas que se libran con el plan "Argentina contra el Hambre"


 Las políticas estatales inciden en la lucha por el consumo familiar (para la supervivencia), la lucha de los gustos sociales (para apaciguar la convulsión social) y la lucha de los precios (más macro, relacionada a la concentración económica. La solución no pasa por una medida puntual.


El plan de emergencia alimentaria anunciado por la fuerza opositora con mayor intención de voto, presentado como “Argentina contra el hambre”, reconoce otras experiencias donde se intentó priorizar la alimentación de aquellos sectores castigados por la pobreza y que, actualmente, registran manifiestas restricciones para acceder a la alimentación básica.
La propuesta parte de una premisa clara: por un lado, es prácticamente imposible planificar el desarrollo de un país, debatir sus orientaciones y énfasis, si la gente no come.
Por otro, reconoce en el Estado al principal responsable de este verdadero flagelo social, aunque no el único: la amplia convocatoria lanzada hacia otros agentes económicos ilustra la multiplicidad de actores que inciden tanto en la producción y la comercialización de alimentos como en la concentración de la oferta y la formación de precios.
El plan introduce una novedad, que es la creación de un Observatorio que realice informes periódicos sobre la situación del hambre en la Argentina, y además procura realizar un seguimiento de qué se come para aportar información nutricional de las personas que en situación de pobreza deban recurrir a comedores o merenderos.
Sin embargo, podría decirse que la iniciativa es innovadora por reconocer que la alimentación comporta ciertas luchas que se dirimen socialmente, donde el Estado no puede mirar para otro lado cuando una parte importante de su población no accede a una canasta básica. Estas luchas desde luego impactan en las familias, y se agrupan en al menos tres tipos de disputas distintas pero relacionadas entre sí: las vinculadas al consumo familiar, las disputas por los llamados “gustos sociales”, y aquéllas asociadas a la fijación de precios. Todas estas luchas interconectadas están atravesadas por la intervención del Estado, sea por acción u omisión, y se fortalecen cada vez que combinan procesos de esmerilización del poder adquisitivo, pérdida del empleo, inseguridad laboral y recesión económica, los rasgos más distintivos que nos deja la gestión de Cambiemos luego de 4 años.

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