Las políticas estatales inciden en la lucha por el consumo familiar
(para la supervivencia), la lucha de los gustos sociales (para apaciguar la
convulsión social) y la lucha de los precios (más macro, relacionada a la
concentración económica. La solución no pasa por una medida puntual.
El plan de emergencia alimentaria anunciado
por la fuerza opositora con mayor intención de voto, presentado
como “Argentina contra el hambre”, reconoce otras experiencias donde se
intentó priorizar la alimentación de aquellos sectores castigados por la
pobreza y que, actualmente, registran manifiestas restricciones para acceder a
la alimentación básica.
La propuesta parte de una premisa clara: por un lado,
es prácticamente imposible planificar el desarrollo de un país, debatir sus
orientaciones y énfasis, si la gente no come.
Por otro, reconoce en el Estado al principal
responsable de este verdadero flagelo social, aunque no el único: la amplia
convocatoria lanzada hacia otros agentes económicos ilustra la multiplicidad de
actores que inciden tanto en la producción y la comercialización de alimentos
como en la concentración de la oferta y la formación de precios.
El plan introduce una novedad, que es la creación de un
Observatorio que realice informes periódicos sobre la situación
del hambre en la Argentina, y además procura realizar un seguimiento
de qué se come para aportar información nutricional de las personas que en
situación de pobreza deban recurrir a comedores o merenderos.
Sin embargo, podría decirse que la iniciativa es
innovadora por reconocer que la alimentación comporta ciertas luchas que se
dirimen socialmente, donde el Estado no puede mirar para otro lado cuando una
parte importante de su población no accede a una canasta básica. Estas luchas
desde luego impactan en las familias, y se agrupan en al menos tres tipos de
disputas distintas pero relacionadas entre sí: las vinculadas al consumo
familiar, las disputas por los llamados “gustos sociales”, y aquéllas asociadas
a la fijación de precios. Todas estas luchas interconectadas están
atravesadas por la intervención del Estado, sea por acción u omisión, y se
fortalecen cada vez que combinan procesos de esmerilización del poder adquisitivo,
pérdida del empleo, inseguridad laboral y recesión económica, los rasgos más
distintivos que nos deja la gestión de Cambiemos luego de 4 años.
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